Ni cagan en baldes ni viven a los tiros

  • Publicado el 10/09/2025

La Argentina antiperonista volvió a expresar su clásico odio clasista. Fue en estos últimos dos días, luego de la derrota electoral de Javier Milei en la Provincia de Buenos Aires. Aparecieron los viejos discursos sobre la supuesta incapacidad de los sectores populares para discernir lo que les conviene, lo que explicaría su apoyo al peronismo, que supuestamente los tiene sumergidos.

El relato cargado de prejuicios y sin fundamentos concretos confirma que las personas a veces terminan creyendo su propio cuento. En este caso la referencia no es para quienes pueden reproducir estos argumentos en las redes sociales sino para quienes los emiten desde lugares de mayor influencia. El nuevo intelectual orgánico del mileismo Diego Recalde, una mezcla de Fernando Iglesias con Gandalf, sostuvo en un reportaje con Reynaldo Sietecase que los bonaerenses habían vuelto a votar al peronismo porque se imponía la “pulsión de muerte”. Es decir: un acto suicida colectivo de 3.8 millones de personas de todas las clases sociales y regiones que eligieron arrojarse al precipicio.

El periodista Antonio Laje siguió la misma línea. Dijo en su programa mañanero en A24 que a partir de ahora los bonaerenses “no podían quejarse más” por la inseguridad. Que el voto del domingo era un aval a la gestión de Axel Kicillof y que quedaba prohibida la queja. “Hablamos de una provincia que está estallada”, dijo, sin respaldar esa afirmación con algún dato duro, esa práctica que el periodismo abandonó para transformarse en propaganda.  

El desprecio antiperonista por la expresión popular salió a la superficie con su carga exudada de odio y de incomprensión. Pareciera que es difícil entender lo que implica para un jubilado que cobra menos de 400 mil pesos dejar de recibir los remedios. Lo que implica para un trabajador que le aumenten el transporte público cada 15 días y que el subte de CABA esté casi al mismo precio que en París, con la sutil diferencia de los sueldos en la Argentina no son los de Francia. Lo que implica para alguien de clase media, con un ingreso familiar de dos millones de pesos, pagar 200 mil de luz, 600 mil de alquiler, 150 mil de expensas. Ni hablar de la comida, la ropa, una salida al cine. Es tan simple como hacer la cuenta y aceptar que a lo mejor lo que ciertas personas se gastan en una cena familiar en un restaurant caro de Palermo es lo que otras tienen para vivir un mes entero.

Los prejuicios preferidos del clasismo antiperonista son dos: que los laburantes del conurbano bonaerense “cagan en baldes” y que viven a los tiros en una especie de western estadounidense. Ambos son falsos.

Los siguientes datos son del INDEC. Están tomados de los censos nacionales que se realizan cada 10 años. En 1991, en la Provincia de Buenos Aires había en total 3.5 millones de hogares. Sobre esa cifra, el 77% vivían en casas, el 13% en departamentos y el 7% en ranchos o casillas. Había 243 mil hogares en estas condiciones, es decir, que resultaba probable que no tuvieran acceso a cloacas.

En el censo del 2022, la cantidad de hogares en la Provincia casi se había duplicado. Eran 6 millones, pero los que vivían en ranchos o casillas se habían reducido a 133 mil. En 1991 el 7% de los hogares bonaerenses eran hiperprecarios, mientras que en 2022 esa proporción se había reducido 2,2% de los hogares. Es una ventana de tiempo de 30 años. Pasaron muchos gobiernos a nivel nacional y también en la Provincia, aunque en este caso la mayoría fueron peronistas.

El otro gran mito es el nivel de inseguridad. La tasa de asesinatos cada 100 mil habitantes es la única medida aceptada internacionalmente. En la PBA es hoy de 4.5. Está en línea con promedio nacional y es de las más bajas de todo el continente. Un ejemplo: en Estados Unidos la tasa en el año 2022 fue de 6,3 asesinatos cada 100 mil habitantes y en 2023 de 5,8. Ese país que la derecha argentina admira con la devoción de un niño que descubre a su superhéroe preferido tiene más asesinatos que la Provincia “estallada”.

Hay un dato fundamental. El conurbano bonaerense crece. En 1991 la Capital Federal tenía 2.945.405 habitantes; en 2022 tenía 3.121.707. En 30 años creció 5%. Nada. El conurbano, en cambio, en 1991 tenía 7.9 millones de habitantes y para el 2022 tenía 13.2 millones. Prácticamente se duplicó.  Esto tiene varias explicaciones, entre otras las migraciones internas y de países vecinos como Bolivia y Paraguay. La mayoría van al conurbano. La pregunta es: ¿por qué? ¿Son todos tontos y les encanta la idea de tener que hacer sus necesidades en un balde? ¿No será que es al revés; que en esa región del país hay más oportunidades de progreso?

En la Provincia se genera el 50% de la producción industrial argentina. Esa producción que genera empleo, clase media, ascenso social. Por eso es que sigue habiendo tanta migración a la región. Es pujante. El presidente Milei impulsa una política económica que está destrozando a los empresarios nacionales, en especial a los industriales. Y no es inocente. La derecha argentina siempre ha tenido la visión de que el país no tiene que ser desarrollado ni tener un tejido industrial vigoroso. Los motivos son varios, entre otros porque esa estructura económica genera sindicatos y organización de los trabajadores.

Si en la Provincia está el 50% de la producción industrial quiere decir que millones de bonaerenses dependen de la industria para sobrevivir. El gobierno de Milei impulsó una política que destruye la industria. Entonces, ¿por qué sorprende a que la región productiva por excelencia le vote en contra? Es exactamente al revés de lo que el intelectual de la derecha Recalde dice. No es por pulsión de muerte que los bonaerenses votaron al peronismo. Es puro instinto de supervivencia.   

 

Nota Tiempo Argentino-Por Demián Verduga