“Negra de mierda”: la violencia feminista que también nos mata

  • Publicado el 19/04/2020

Historias de la cuarentena

Llegué al kiosco: “No más de una persona”, indicaba el cartel pegado en la puerta. Me quedé parada esperando afuera. De frente, una jovencita demostraba en sus ojos perfectamente delineados un mirada confusa, de asombro, sin entender bien lo que estaba pasando. Se podía vislumbrar por su mirada porque el tapaboca y nariz no permitía ver su rostro completo. 

Frente al mostrador de atención, una mujer castaña, alta, con una máscara facial transparente, en tono elevado y pedante le decía: “otra vez te tengo que dictar el número, pero qué te pasa nena?. El dialogó siguiente fue tan rápido, que no me dió tiempo a intervenir: 

- Señora, háblame bien, por favor, porque yo la estoy tratando con respeto.

- Y vos quien te crees que sos para decirme cómo te tengo que tratar?

- Señora, me puede pasar por favor de nuevo el número de teléfono?

- No! No te voy a dar nada, porque sos un pendeja maleducada, sabes lo que sos vos? Una negra de de mierda!  Quién te crees que sos? A qué hora te vas?! 

- Pero señora…

- Decime a qué hora te vas?! Gritó inclinándose sobre la chica.

- A las 5…

La mujer salió del kiosco repitiendo: “pero qué negra de mierda”. Entre culposa de no haber intentado hacer nada para poder ayudar a la piba, a esa misma piba que ahora se le saltaban inevitablemente las lágrimas de los ojos aunque quería disimularlo. “Quedate tranquila”, fue lo primero que me salió decir. Le conté que había trabajado en un lugar público y que era frecuente que te trataran de esa manera. Otra vez estuve mal y me arrepentí de haber dicho eso a penas terminé de pronunciarlo. Lo tenemos tan incorporado que inmediatamente lo naturalizamos. 

Agarré un par de cosas, las puse sobre el mostrador y ella se intentó defender: “Vos viste que yo no hice nada”. Si, lo ví perfectamente. Llegó mi novio, le preguntamos e insistimos en llamar a alguien si lo necesitaba, pero agradeció el gesto y se negó.  Le pagué y salí: “Que tengas un buen día”, le dije, sabiendo que esa mujer se lo había arruinado por completo. 

La violencia machista mata, pero la feminista también. Hablamos de sororidad, pero qué lejos estamos de practicarla. Hablamos de cuidarnos, pero en un arrebato se nos va la boca, agredimos y descalificamos a nuestra par. La violencia se instaló de tal manera en nuestra sociedad que por momentos parece imposible erradicarla y sí, la violencia machista contra las mujeres es un fantasma que nos persigue desde hace años, pero la violencia entre las propias mujeres, también. 

Quizá, para ser un cambio profundo, en épocas de nuevos paradigmas, en la apertura de manifestaciones, escuchas y luchas, deberíamos redefinir qué tan dispuestas estamos las mujeres a respetarnos como tales y respetar a las demás, no sólo por nuestra condición, sino por la simplicidad de ser un sujeto merecedor de derecho y de respeto, en una sociedad diversa, que muchas veces paraliza y espanta.