Fito Páez se lució en el cierre del segundo día del Cosquín Rock

  • Publicado el 20/02/2023

De los escenarios que suelen darle vida al Cosquín Rock, el Norte está dedicado a los nombres tradicionalmente populares del rock argentino. O más bien del rock rioplatense, si se toma en consideración la hermandad que llevó adelante la escena de la República Oriental con la de esta orilla, sobre todo a partir de los 2000. Sin embargo, con el paso del tiempo, y tras adquirir ese lugar consagratorio, decantó en una especie de refugio para grupos y solistas con trayectorias longevas y constantes. Y la verdad es que hoy no son muchos los que con ese estatus puedan arrastrar a una muchedumbre. La otra cualidad de esos artistas, generalmente, es que pudieron desarrollar un sello sonoro propio, identificable a donde quiera que vayan e influyente para las nuevas generaciones. Aunque llega un punto de su obra en que se estaciona ahí, lo que termina convirtiéndolos en clásicos, más allá de que sigan produciendo material nuevo y de que alguno que otro disco se atreva a intentar reinventarlo.

Eso no es bueno ni malo. Es parte de la evolución de un camino. Le pasó tanto a U2 como a los Rolling Stones, por dar sendas referencias internacionales entre el público local. Pero si en algo coinciden todos es en que, por más que apelen a la contemporaneidad, sus canciones conocidas (las que tomaron ese temperamento de “himno”) son las que paulatinamente van pesando e instalándose en su repertorio. De manera que terminan siendo las más esperadas de sus recitales, amén de prender el fuego sagrado entre el público. Y de eso pudo dar fe el Cosquín Rock 2023. Si bien Divididos y Juanse lo evidenciaron en la jornada del sábado, no quedaron tan expuestos porque alternaron en la grilla con artistas con carreras más jóvenes. Sí se notó en la fecha del domingo, la segunda y última del evento creado hace 23 años en la provincia de Córdoba, en la que coincidieron en esa vitrina figuras fundamentales al momento de contar la historia de la música popular contemporánea local.

Tras dejar atrás el alba de la madrugada, Las Pelotas (a manera de dato, Ismael Sokol, hijo del Bocha, abrió ese escenario con su grupo El Vuelto) disparaban una artillería de éxitos entre los que despuntaron “Será”, “Bombachitas rosas”, “La mirada del amo” y “Esperando el milagro”. Y ni siquiera habían llegado a los bises. Antes del emotivo show de los liderados por Germán Daffunchio, por el Norte pasó La Vela Puerca, precediendo a Ciro y Los Persas y a Las Pastillas del Abuelo. A pesar de ofrecer un espectáculo impecable, éxitos como “Vuelan palos”, “El viejo” y El profeta” sonaron tan voluminosos (adjetivo que no alude a la consistencia de los temas sino al volumen de su show) que se llevaron por delante cual tsunami a todos los escenarios del festival.No se trata de una exageración: a esa altura de la noche, Dillom encaraba en el escenario Sur un recital significativo para su novel carrera y la verdad es que zafó milagrosamente. Por más que el viento trajera algunos ecos montevideanos.

Los que sí padecieron los decibeles de La Vela Puerca fue el público que colmó el Montaña para ver a Babasónicos. Había que estar muy adelante o extremadamente atrás (casi lindando el escenario La Casita del Blues, una isla en en el evento) para disfrutar de la puesta visual de Sergio Lacroix y de una lista de temas que no se movió a lo largo de la gira que vienen haciendo desde el año pasado. Pero que, en la noche descampada, consiguió subrayar la fibra R&B del pasaje conformado por “Putita”, “Ingrediente” y “Mimos son mimos”. De la misma forma que sucedió con el quinteto el domingo, el día anterior Estelares fue la banda insignia (para no achacarle el rótulo de “veterana”) en ese escenario. Sin embargo, Manuel Moretti y sus colegas coronaron un recital brillante (y sin ruidos invasores) en el que la canción mandó de comienzo a fin. Toda una hazaña en un contexto festivalero. Teniendo al frontman, de paso, en el rol de narrador de historias entre tema y tema.

Una de las tantas cosas que demostró esta edición del festival son las secuelas del cambio climático. Si bien era una constante dentro del kit llevar botas jardineras de PVC a causa de la lluvia, al menos el año pasado y este cualquier indicio de tormenta, llovizna y similares brilló por su ausencia. De hecho, el frío histórico del viernes no le fue ajeno al Centro del país, pero en la tarde del domingo remontó de tal manera que buena parte del público aprovechó para broncearse. Eso no le vino mal a la fiesta que encendió la banda platense de música electrónica Peces Raros, que le puso el tono rave al escenario Montaña. Lo mismo hizo El Zar, aunque con una sensibilidad más popera, en el escenario Boomerang. Por ahí también pasaron referencias del indie local de la talla de la mendocina Anyi y la salteña Feli Colina. Mimetizándose con artistas que supieron reinventar su genio y talento como Emmanuel Horvilleur y Lisandro Aristimuño.

Nuevamente, el Paraguay (en alusión a la sala de recitales más importante de la ciudad de Córdoba) fue la diva del festival. Se trató de ese espacio (uno de los seis escenarios del evento) diseñado para dejarse sorprender por la novedad. Atravesado por una curaduría más rigurosa que la de la jornada anterior, en esta oportunidad sus curadores se abocaron a darle cabida a la contracultura de la música urbana, de la que destaca El Doctor, quien dijo presente esta vez. Bien sea por morbo (por la polémica que despertaron canciones que giran en torno a su adicción a las drogas, su pasado como trapito y sus historias mafiosas) o por afinidad estética, el trapero logró una convocatoria fascinante. Lo mismo sucedió con Taichu y la cordobesa más internacional del momento, Ms. Nina, quienes lo secundaron. También fue una oportunidad de oro para ver otras propuestas de la movida, entre las que destacaron Intendente y The Colorated, a los que se sumó la flamante sensación de la escena: Ronpe 99.

Si el tándem leganés Craneo & Lasser fue el embajador del hip hop español en el Paraguay, el emisario indie de la nación europea en el escenario Sur fue Vetusta Morla. Ahí los madrileños pudieron testimoniar por qué son considerados uno de los grupos más importantes de habla hispana hoy por hoy. Ellos le dejaron la audiencia enardecida a un Fito Páez inspirado, que hizo una adaptación festivalera del show de su gira "El amor 30 años después del amor". Además, como para empezar a hacer la previa del lanzamiento de la versión 2023 de ese disco, estableció paralelismos entre el manera de contar historias de los artistas argentinos de música urbana (indispensables en la revisita a ese repertorio) y el momento en que compuso su clásico “Polaroid de locura ordinaria”. Previo a su show, el otro artista rosarino de la jornada fue Caliope Familiy, partícipe de la movida funk que sacude en este momento a la ciudad santafesina.

Como Rosario siempre estuvo cerca, el baterista Matías Verduga homenajeó a Fito al tocar con una remera que llevaba su rostro en el recital de Bandalos Chinos en el Montaña. A veces no es la tercera, sino la sexta la de la vencida para un artista en Cosquín Rock. Y este fue el caso de la banda bonaerense, que ante 10 mil personas se consagró como uno de los grandes ebanistas de la canción pop argentina. Más tarde, le llegó el turno de la consagración a Dillom. En apenas un año, el trapero protagonizó un meteórico ascenso que lo llevó de un escenario emergente como el Boomerang a casi cerrar el escenario Sur. Toda una metáfora sobre la justicia. Y de ese asunto sabe bastante el dúo conformado por Ca7riel y Paco Amoroso, por su condición de superhéroes de la escena local. Su show es tan bueno como explosivo, al tiempo que su propuesta musical es una lectura vanguardista del argentino del futuro. Si por algo será recordado este Cosquín es por atreverse a visualizar el mañana.

 

Nota Pagina 12 -Por  Yumber Vera Rojas